El Secretario

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Para este juego se sientan todos alrededor de una mesa redonda provista de recado de escribir. Se saca a la suerte el que ha de ser secretario, y éste dispone otros tantos medios pliegos de papel cuantos son los jugadores : cada uno toma su medio pliego y escribe su nombre en el encabezamiento, devolviéndolo en seguida al secretario. �ste los cierra, los mezcla, y los distribuye a la ventura. Entonces cada uno escribe en el pliego que ha recibido lo que piensa de la persona cuyo nombre está en el encabezamiento del medio pliego que le ha caído en suerte. Sucede a veces que vaya a uno el mismo medio pliego en que ha escrito su nombre, y en este caso tiene que hacer sus observaciones sobre sí mismo. Evacuados los informes de todos, cierran sus respectivos papeles y los entregan al secretario. �ste lee en alta voz el contenido de los medios pliegos, sin permitir bajo de pretexto alguno que nadie se apodere de ellos para reconocer la escritura. Concluida la lectura, suelen quemarse los papeles; pero como esta precaución argüiría desconfianza, que no debe haberla en las sociedades que saben conciliar la diversión con la urbanidad, las personas que no tienen por que temerse unas a otras, añaden un nuevo atractivo a este juego, haciendo que, cada jugador adivine quien ha sido el que ha dado el informe de él, siéndole permitido nombrar dos personas : si adivina a la primera, la persona adivinada paga prenda: si no adivina sino a la segunda, no la paga; y si no adivina a las dos veces paga él mismo. Por lo regular no se repite este juego; pero en donde hay franqueza se le da otra variación, volviendo el secretario a mezclar y distribuir los billetes; siendo también un medio de contener a los maliciosos con el temor de que se ha de ver su letra, y esto hará a todos más circunspectos en estas chanzas, que pudieran incomodar a muchos.

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