Las Mil y Una Noches (Anónimo) - pág.248
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Entonces descendió de la palmera y empezó a cavar la tierra con las manos, no cesando hasta que logró sacar el cajón, después de grandes esfuerzos.
Cogió entonces una piedra y rompió el candado con que estaba cerrado el cajón. Y al levantar la tapa vio a una joven que parecía dormida, pues la respiración movía acompasadamente su pecho. Estaba indudablemente bajo la influencia del banj.
Era de una sin igual hermosura, con una tez delicada, suave y deliciosa. Estaba cubierta de alhajas, y llevaba al cuello un collar de oro con gemas preciosas, en las orejas arracadas de una sola piedra inapreciable, y en los tobillos y en las muñecas unas pulseras de oro cuajadas de brillantes. Aquello debía valer más que todo el reino del sultán.
Guando Ghanem reconoció bien a la hermosa joven, y se cercioró de que no había sufrido ninguna violencia de los eunucos que hasta allí la habían llevado para enterrarla viva, se inclinó hacia ella, la cogió en brazos y la depositó suavemente en el suelo. Y al respirar la joven el aire vivificador, adquirió su rostro nueva vida, exhaló un gran suspiro, tosio, y con estos movimientos se le cayó de la boca un pedazo de banj capaz de adormecer a un elefante dos noches seguidas. Entonces entreabrió los ojos, ¡unos ojos adorables! y dominada todavía por el banj, exclamó con una voz llena de dulzura: «¿Dónde estás, Riha? ¿No ves que tengo sed? ¡Tráeme un refresco! ¿Y tú, Zahra dónde estás? ¿Y Sabiha? ¿Y Schagarad Al-Dorr? ¿Y Nur Al-Hada? ¿Y Nagma? ¿Y Subhia? ¿Y tú, sobre todo, Nohza, ¡oh dulce y gentil Nozha!? ¿En donde estáis que no me respondéis?» Y como nadie contestase, la joven acabó por abrir completamente los ojos y miró en torno suyo. Y aterrada, clamó de este modo: «¿Quién me habrá sacado de mi palacio para traerme entre estos sepulcros? ¿Qué criatura podrá saber jamas lo que se oculta en el fondo de los corazones? ¡Oh tú, Retribuidor, que conoces los secretos más escondidos: tú sabrás distinguir a los buenos y a los malo el día de la Resurrección!»
Y Ghanem, que seguía de pie, avanzó algunos pasos y dijo: «¡Oh soberana de la hermosura, cuyo nombre debe ser más dulce que el jugo del dátil, y cuya cintura es más flexible que la rama de la palmera! ¡Yo soy Ghanem ben-Ayub, y aquí no hay en realidad palacios ni tumbas, sino un esclavo tuyo, que soy yo, y a quien el Clemente sin límites puso cerca de ti para librarte de todo mal y resguardarte de todo dolor! Acaso así, ¡oh la más deseada! te dignes mirarme con agrado.»
Y la joven, en cuanto se cercioró de la realidad de cuanto veía, dijo: «¡No hay más Dios que Alah, y Mahomed es el enviado de Alah!» Después se volvió hacia Ghanem, le miró con sus ojos resplandecientes, y puesta la mano en el corazón dijo con su voz deliciosa: «¡Oh favorable joven! ¡Aquí me tienes, despertando entre lo desconocido! ¿Puedes decirme quién me ha traído hasta aquí?» Y Ghanem respondió:, «`¡Oh señora mía! Te han traído tres negros eunucos y te traían metida en un cajón.
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