Riquezas peruanas: colección de artículos descriptivos escritos para La Tribuna (Modesto Basadre y C
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José Tamayo. Al ver la llamarada del fogón de la cocina corrió a agarrar
con sus manos la llama viva de la leña, y se quemó las manos: el infeliz
creía poder agarrar sin duda con las manos, un trozo de ese astro, que
había iluminado sus ojos, que había calentado sus miembros desnudos.
Rechazó los alimentos preparados, sólo apetecía la carne cruda, y de
preferencia los vegetales crudos, como las papas, etc. Fue imposible
calzarlo: sus pies eran largos y anchos, con los dedos muy largos y
apartados. Satisfecho su reducido apetito, su gusto era dormir: en todos
sus actos demostraba la sencillez de un infante, y la más [13] completa
inocencia e ignorancia de todo. Al día siguiente de ser hallado, se le dio
una cajita de música, ya con cuerda. Al momento dio varios gritos, se puso
la cajita al oído, la trató de morder, con sus largas uñas quiso rasgarla;
parecía que consideraba la caja de música como un pajarito, que había
venido a sus manos. Se le cortó la barba y su enmarañada cabellera, sin
hacer la más pequeña resistencia. Se trató, sin el más pequeño resultado
favorable, el enseñarle a hablar: con grande dificultad se pudo hacer
comprender el sentido de algunas pocas palabras, su inteligencia al
parecer era muy limitada.
¿Quién era este joven? ¿Cuál era su procedencia y origen? ¿Quiénes
eran sus padres? ¿Era este joven hijo de alguna moderna Magdalena, que
había venido a la Tebaida de la Sopladera, a ocultar su vergüenza, al
fruto de su fragilidad, a llorar su desventura y abandono?
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