Radio

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La cantidad de oyentes creció rápidamente y la familia de Conrad se incorporó con entusiasmo a la diversión de constituirse en los primeros disc jockeys.
Esta actividad aumentó la demanda de receptores en la zona. Se hizo claro que la fabricación de receptores sería muy lucrativa. En Westinghouse decidieron construir un transmisor mayor, en la zona oriental de Pittsburgh, con el propósito de estimular la venta de receptores de su fabricación y de los elementos con los que los aficionados construirían otros receptores. De esa forma se creó en 1920 la estación KDKA de Pittsburgh. Así nació la radiofonía comercial.
Fue Harry P. Davis, vicepresidente de la Westinghouse Electric and Manufacturing Company, quien imaginó que una estación de emisiones regulares, operada por los fabricantes de receptores, era un negocio redondo.
Luego vino la venta de intervalos para la publicidad. Este proceso absolutamente comercial contribuyó al uso doméstico de la radio y su masificación. La estación KDKA anunció que transmitiría los resultados de la elección presidencial de 1920. Y transmitió los resultados que le eran suministrados desde un periódico cercano. Las cifras fueron transmitidas durante la noche
del 11 de noviembre. Entre 500 y 1.000 personas escuchó la noticia de que Warren G. Harding había sido elegido presidente de los Estados Unidos. Este hecho fue un hito comunicacional. La transmisión de Pittsburgh estimuló la creación de nuevas emisoras. Emisiones regulares comenzaron en Nueva York en 1921 y seguidamente en Newatk y otras ciudades. El público adoptó la radio de tal manera que en 1922 la fabricación de receptores fue insuficiente para satisfacer la
demanda. En 1921 se concedieron licencias para 32 nuevas emisoras. Al primer semestre de 1922 la cifra era de 254.
La Secretaría de Comercio que otorgaba las licencias, había seleccionado dos frecuencias: 750 y 833 kilociclos. A todas las estaciones se les asignaba una u otra. Entonces se produjeron conflictos, en los que dos estaciones operaban tan cerca una de otra en el dial que sus sonidos se interferían. Este problema no podía ser subsanado con facilidad. Muchas emisoras llegaron a acuerdos informales para distribuirse el tiempo disponible. No existía una autoridad legal que pudiera imponer una frecuencia determinada a cada estación y que hiciera respetar tales disposiciones. Ante la falta de control en ese problema técnico, aumentó la confusión. En 1922 la estación WJZ de Newark transmitió con éxito la Serie Mundial de Béisbol. Varias emisoras comenzaron a transmitir ópera, conciertos, noticias, música bailable, conferencias, servicios religiosos y una enorme
variedad de acontecimientos. En 1923 había estaciones en todas las ciudades importantes de Estados Unidos. El problema de la interferencia estaba fuera de control, pero también existía el de pagar por las transmisiones. Al finalizar 1923 el entusiasmo por la instalación de emisoras decayó ante la dura realidad económica. Desde el 19 de marzo al 31 de julio de este año, un total de 143 emisoras dejaron de existir. Si no se encontraba una base financiera viable, la radio quedaba condenada a desaparecer como medio de comunicación en los Estados Unidos. Las Interferencias Después de la Gran Guerra Estados Unidos tuvo un gran crecimiento industrial y financiero.

Las ventas a plazos facilitaron que familias de modestos recursos compraran radios. Escuchar radio era una actividad cada vez más popular. Herbert Hoover, el secretario de Comercio, adoptó un sistema que asignaba diferentes longitudes de onda a las emisoras, sin mucho éxito. Quienes poseían un receptor para captar una sola frecuencia se opusieron y no hubo manera de obligar a todas las emisoras de adoptar las frecuencias asignadas. Sin embargo, muchas estaciones importantes con emisiones regulares, lo hicieron con éxito. El público se cansó con las interferencias. Los viejos transmisores de los
servicios marítimos, los aficionados al código Morse, las emisoras poderosas, los operadores locales y esporádicos, se culpaban recíprocamente.

Entre 1922 y 1925 se realizaron en Washington, D.C., cuatro importantes reuniones para discutir los problemas de la radiodifusión. La posición del Gobierno era que la misma industria debía limpiar su propia casa. El Congreso se había negado reiteradamente a considerar proyectos de ley en ese sentido. La única legislación existente sobre la radio era la antigua ley de 1912, que ya no servía.

El tema tenía complicaciones internacionales. Existían millares de aficionados cuyos derechos debían ser protegidos. Había más de 500 estaciones de operación regular, otras 1.400 estaciones pequeñas, de escasa potencia. Sin embargo, los norteamericanos gastaron 136 millones de dólares en compra de receptores en el año 1923. El secretario de Comercio Hoover trató de limitar la potencia y los horarios de emisión de algunas estaciones, para que pudieran compartir frecuencias.
En 1925 la banda de frecuencias estaba repleta. Había más de 175 emisoras esperando licencias.

En 1926 un tribunal judicial federal decidió que el secretario de Comercio carecía de autoridad legal para imponer restricción alguna. Hoover hizo pública una declaración. Pedía que las estaciones de radio se regularan por sí mismas. Pero ya habían sido incapaces de hacerlo. Y vino el caos. El presidente Coolidge pidió al Congreso que legislara la regulación de la radiodifusión, incluyendo disposiciones que permitieran hacer cumplir lo legislado.

En 1927 los legisladores enunciaron el importante principio de que las ondas pertenecen al pueblo. Sólo podrán ser utilizadas por personas privadas mediante un permiso formal del Gobierno, por un plazo determinado. Las licencias podían ser otorgadas o canceladas según conviniera al interés, la comodidad o la necesidad públicas. Las licencias de las emisoras ya
existentes fueron automáticamente canceladas, y la industria debió comenzar de nuevo, solicitando permiso de emisión y agregando argumentos de beneficios para el público.

La ley sobre radiodifusión de 1927 fue temporal. Después de siete años de ensayos y ajustes, se redactaron otros estatutos. Se funda la Comisión de Comunicaciones Federales (FCC), que haría aplicar las disposiciones. Esa ley de comunicaciones federales de 1934 se convirtió después, con algunas enmiendas, en el principal instrumento de regulación para la industria de transmisiones en los Estados Unidos. El financiamiento radial A mediados de la década de 1920, los empresarios buscaban financiamiento. Un comité de hombres de negocios de Nueva York pidió fondos al público oyente, para contratar así a intérpretes de alta calidad. Este experimento no resultó. Los oyentes preferían escuchar gratis.

Esta opinión pública es válida hoy. Explica en parte por qué el público llegó a aceptar después los mensajes publicitarios.
David Sarnoff quiso que filántropos hicieran donaciones a las radios, tal como lo hacían con universidades, hospitales o bibliotecas. Se propuso una tasa por cada receptor para financiar la radiodifusión. Se creyó que la misma industria resolvería el problema. Mientras tanto, la publicidad se imponía sutilmente en las transmisiones. Al comienzo, los anunciantes no hacían publicidad directa. Simplemente mencionaban su nombre, o titulaban el programa con el nombre de sus productos. Esta forma de publicidad despertaba pocas críticas. Pero el secretario de Comercio se opuso a la comercialización de la radio.
´Es inconcebible que permitamos que una posibilidad tan considerable de servicio, de información y de entretenimiento sea ahogada con propósitos comerciales por la charla publicitariaª

Su posición tuvo apoyo de varios funcionarios de estado. En la sociedad norteamericana, esta posición estaba condenada de antemano. Los oyentes estaban más interesados en un entretenimiento ´gratuitoª que en una programación de calidad.
La publicidad fue resistida durante un tiempo, pero llegó inevitablemente. Fue artificialmente aplazada durante un breve período por la American Telephone and Telegraph Company, que controlaba muchas patentes. Al comienzo, la publicidad fue moderada. El público estaba dispuesto a oír la publicidad con tal de poder disfrutar sus programas. El dinero de la publicidad hacía posible la contratación de cómicos, cantantes y de orquestas. Los radioteatros semanales se hicieron populares. Al final de la década de 1920, los principales problemas de la radio como medio de comunicación de masas estaban solucionados. La crisis de 1929 tendría una escasa incidencia negativa sobre la radio.

Alta audiencia
La edad de oro radial fue en 1930 y 1940. Dos décadas críticas para la sociedad norteamericana. La "gran depresión" y la segunda guerra mundial fueron hechos que repercutieron en el destino de todo ciudadano, pero afectaron poco a la radio.
Al final de la década de 1930 existía un promedio de poco más de un receptor por cada hogar en los Estados Unidos. Este notable aumento se produjo a pesar de los diez años de depresión económica.

La radio llenó las necesidades de millones de personas en crisis durante una época difícil. Proporcionaba música para reanimar sus espíritus caídos, cómicos que les divertían y noticias dramáticas que les distraían de sus problemas personales. Las noches de intérpretes aficionados, el teatro, las series de episodios, las aventuras del Oeste y los números de variedades, eran programas seguidos fielmente por sus oyentes, una noche tras otra. Una persona que caminara por una calle en una noche de verano, mientras algún cómico popular estaba en el aire, podía escucharlo sin interrupción a través de las ventanas abiertas de las casas frente a las que pasaba. Durante la segunda guerra mundial, la industria de la radio puso todos sus recursos al servicio del Gobierno federal. Informativos sobre la guerra, propaganda doméstica, venta de bonos de guerra, etc., fueron desempeñados por la radio.

La fabricación de receptores quedó totalmente restringida durante la guerra. En los años de la posguerra, la radio enfrentó la competencia de la televisión. Tan pronto como las familias pudieron pagarse su televisión, abandonaron la radio.

Frente a la posibilidad de ser desechada, la radio se vio forzada a buscarnuevas necesidades públicas a satisfacer, que no fueran servidas con eficacia por la televisión. Consiguió encontrarlas, Durante las décadas de 1930, de 1940 y hasta a principios de 1950, la radio había logrado capturar la atención de la familia norteamericana durante las horas nocturnas o fue desplazada de la sala de estar al dormitorio, la cocina, el automóvil y la playa.

La tecnología de la radio a transistores, con receptores de tamaño minúsculo, consiguió proteger a la radio del declive de posguerra, que había afligido a las salas cinematográficas a causa de la televisión.

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