El Brag

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El brag es un antiguo juego inglés precursor del «draw poker», que se juega con tres cartas. No exige destreza al jugador, pero sí coraje y respeto a las probabilidades (véase la tabla). Se reparten tres cartas tapadas a cada jugador, y las jugadas se ordenan por su valor de la misma forma que en el poker: trío (conocido también como «prial»), pareja, y carta más alta. Normalmente, la escalera y el color no cuentan en el brag, pero cuando lo hacen, la escalera es superior al color. Cuando dos manos tienen el mismo valor, Q-Q-J y Q-Q-10, por ejemplo, es la carta desligada la que deshace la igualada, del mismo modo que sucede en el poker.

Probabilidades de recibir una determinada jugada en el brag
(sin comodines)
JugadaProbabilidad
Trío o «prial»
Escalera de color
Escalera
Color
Parejaz
Carta más alta
0,24%
0,22%*
3%
5%
17%
74%
1/425
1/460
1/31
1/20
1/6
3/4

* : Un trío (prial) gana a una escalera de color, a pesar de que la probabilidad de
conseguir esta última sea menor

Puede darse mayor viveza al juego utilizando tres comodines, conocidos como braggers: as y nueve de diamantes y jota de trébol. Cuando hay dos jugadas iguales y una de ellas incluye un comodín y la otra no, gana esta última. Los comodines se valoran en este orden: A-J-9. Por tanto, K-K gana a K-AD, que a su vez gana a K-9D. En algunas variantes se observa una regla según la cual el 3-3-3 gana a cualquier otro trío, y A-2-3 a A-K-Q, cuando se juega con escalera y color.

Para apostar en el brag se necesita tener muchas agallas. El jugador que reparte es quien hace la apuesta inicial o una apuesta «ciega» para abrir el turno; el que le siga puede ver su juego o subir la apuesta. Dado que no se pueden pedir cartas, el enjuiciamiento de la fuerza de las jugadas de los adversarios depende por entero de la observación de su estilo de juego.

La práctica de apostar a ciegas (cuando el jugador lo hace antes de mirar sus cartas que le han repartido) imprime mayor ritmo al juego. En una versión del brag, una vez que el primer jugador ha apostado «a ciegas», si el que le siga examina sus propias cartas, deberá doblar la apuesta en caso de que desee seguir jugando. Si, por el contrario, apuesta también a ciegas, puede entrar en el juego simplemente igualando la apuesta anterior. Se repite el procedimiento hasta que llega al último jugador, encajando las apuestas ciegas con las ciegas y las hechas después de mirar la jugada con las mismas.

En la siguiente tanda de apuestas, se puede optar entre continuar haciéndolas a ciegas y (lo que sería mucho más prudente) examinar la jugada, antes de decidir si se sube la apuesta o si se abandona el juego. Ganar apostando a ciegas es cuestión de suerte; el uso de este recurso puede costar muy caro, pero también compensar con creces en aquellas ocasiones en que se tenga una buena jugada.

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